Nueva visita familiar al comedor del colegio

Jaime y Olalla, un padre y una madre de dos chicos de la clase de Infantil 3 años, visitaron el comedor del cole recientemente,  a continuación nos comparten su experiencia.

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Qué hacen nuestros hijohijas en el comedor es una de las grandes preguntas que los padres tenemos sobre el día a día de las niñas y niños en la escuela, sobre todo para los que tenemos hijos más pequeños, que cuentan menos o de manera más desordenada. Por eso, Jaime y yo, padre y madre de dos niños de primer año de infantil, ni nos lo pensamos cuando desde el AMPA se nos dijo que podíamos ir a comer al cole.

Lentejas con verduras y bacalao con ensalada de lechuga.
Lentejas con verduras, bacalao con ensalada de lechuga, pan, fruta y agua.

Jaime fue a comer un jueves, día de cocido; yo, un martes de bacalao y lentejas. Según nos contó la directora, los niños se reúnen con el cole cada mes para decidir juntos el menú final. Los jueves hay que elegir un puchero y, al parecer, quieren siempre cocido. Con el pescado pasa un poco lo mismo, evitan los pescados “que tienen muchas espinas”, como la dorada, y escogen los más fáciles, como el salmón. La idea es incluir a los niños en el diseño del menú para que lo coman mejor y que se familiaricen con las distintas opciones de pescado, vegetales y legumbres.


El comedor funciona en dos turnos: los primeros en comer son las de infantil, que salen mientras los mayores van entrando. Los profesores comen con el segundo turno, en un apartado.


Tanto Jaime como yo fuimos al segundo turno, el de los “mayores” y comimos exactamente lo mismo que ellos. Bueno, exactamente no, a mi me pusieron dos trozos de pan en la bandeja, mientras que a los niños y niñas se les pone solo uno para empezar. Así evitan que dejen la comida por el pan, aunque se les ofrece otro trozo una vez acabado de comer.


La comida se sirve en una bandeja de plástico dividida en cinco secciones; dos para la comida, uno para el pan, otro para el postre y el último para los cubiertos. Pero cuando se sientan sólo hay pan y cubiertos. Una vez están todos sentados, las cocineras van pasando por las mesas con el primer plato. Pasado un tiempo pasan de nuevo sirviendo el segundo y después, se quedan por si alguno quiere repetir. Siempre se puede repetir y, aunque no obligan a comer toda la comida, sí se les pide que la prueben o, por lo que vi yo, se “negocia” con ellos cuánto van a comer del plato que no quieren. Si alguien quiere repetir o necesita ayuda con algo, simplemente levanta la mano para que una de las cocineras los atienda. A la comida le sigue la fruta, sin pelar, y se les da a elegir si quieren la mitad o la pieza entera para evitar el desperdicio de comida. Por último, la leche (y el pan, si quieren más, aunque Jaime se fijó en que casi no lo comieron).


En el caso del cocido, que estaba bien para nivel comedor, tomamos primero sopa, luego mezcla de patata, garbanzo y zanahoria, y luego carne (magra, chorizo y panceta). No había repollo ni pollo (probablemente por los huesos). Los trozos de carne magra eran un pelín grandes, sobre todo pensando en los más pequeños, pero imagino que a ellos se los dan más cortados.


Las lentejas tenían patata y calabaza, pero esta estaba cortada tan pequeña que se hacía difícil verla. Las cocineras me contaron después siempre que podían trituraban las verduras para que no pudieran apartarlas. El bacalao estaba acompañado por una ensalada de lechuga y zanahoria, y aunque estaba todo rico, me sorprendió que sirviesen el pescado con la piel (¡espero que se la quiten para los más pequeños!).

El ranking semanal de ‘la carrera de los buenos modales’. Aparecen todos los equipos con sus nombres y las puntuaciones,

Los niños y niñas se sientan siempre en la misma mesa, por grupos, cada uno con su nombre, y “compiten” unos con otros en “la carrera de los buenos modales”. Esta iniciativa intenta reducir el ruido en el comedor y que los niños se responsabilicen de dejar la mesa recogida y el comedor limpio. A la mesa ganadora de la semana, se le da un pequeño premio sorpresa. La semana que yo fui era comer en las mesas de picnic del patio.
No sabemos si es por el incentivo de los premios o si siempre ha pasado, pero la verdad es que las niñas y niños se portaron super bien durante todo el tiempo que estuvieron en el comedor. Jaime los describe como “muy disciplinados y limpios”. Si a alguien se le cae algo, levanta la mano o va a la cuidadora y pide un trapo para limpiar; al acabar de comer, cada niño limpia las sobras de su bandeja tirándolas a un cubo de basura, pone los cubiertos en un recipiente específico con agua, y coloca la bandeja en una pila, en un carro aparte. El resultado es un comedor “limpio”. No hay nada de comida por el suelo ni servilletas tiradas.
Yo no puedo más que suscribir lo de arriba y añadir que casi no había desperdicio en las bandejas, y que todos esperaban por sus compañeros de mesas para empezar a limpiar y salir al patio.




En cuanto al ruido, para nuestro gusto, nada llamativo. Diría que ruido de comedor normal e incluso algo menos para ser niños. Además, no hubo ni peleas ni discusiones. Solo un niño en el turno de Jaime que no comía nada y lo sentaron en una mesa separada para que se centrara.


Lo que si hubo fue mucha curiosidad, en ambos casos, por saber qué hacíamos allí. A mí al principio solo me miraban, casi a escondidas; me saludaban desde sus asientos; o cuchicheaban quién podía ser. Pero al salir varios se acercaron a preguntarme qué me había parecido la comida y si me había gustado, algo que también experimentó Jaime. Nos pareció bonito que hicieran esto, y que se atrevieran a hacernos preguntas después de tanta curiosidad.


Para terminar, animar a cualquier padre a ir al comedor. Es una experiencia curiosa, que te permite ver el día a día de tus hijas e hijos más de cerca y entender un poco mejor su día. Pero, sobre todo, agradecer el trabajo enorme del personal de comedor. Todaestán ahí para ayudar a los niños, corrigen malas formas como llevarse el cuchillo a la boca, e incluso actúan como enfermeras cuando los niños tienen alguna caída en el patio después de la comida. Desde luego su trabajo hace que la hora de la comida pase sin incidencias y se convierta en algo agradable.

María Jesús, la cocinera, y Mar, quien nos atendió





 

 

 

 

 

 

 

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