Un padre en el comedor escolar

Miguel Ángel Peñas, padre de un alumno de cuarto de primaria, fue el afortunado ganador del sorteo entre las personas voluntarias para visitar el comedor escolar. Abajo nos cuenta su experiencia.

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Hola,


Acabo de terminar hace un rato de comer y prefiero contaros mi experiencia mientras aún la tengo fresca. He de decir que la verdad ha sido muy positiva y estoy muy contento de haber tenido la suerte de haber participado en esta iniciativa. Es curioso acceder a un momento de la vida de mi hijo que normalmente solo sé de él por las anécdotas que me cuenta. 

He llegado al comedor en el primer turno, con los pequeños, una vez que ya se habían sentado y organizado para la comida. Mila ha sido mi anfitriona y muy amablemente me ha recibido y me ha llevado al sitio que me tenía reservado. Estaba sentado en una mesa apartado de los chicos, con lo que no he podido compartir impresiones, pero entiendo que es lógico porque interferiría en el funcionamiento normal del servicio. Hasta tal punto es así, que sólo con aparecer ya he causado un pequeño revuelo, con miradas de curiosidad, bastantes risas y tímidos saludos. Mateo, mi hijo, es de cuarto, por lo que no he coincidido con él. Y aunque por un lado me hubiera gustado, al no estar él, he podido centrarme un poco más en la propia experiencia y analizar el funcionamiento del servicio.

Después de charlar brevemente con Mila, me han servido la comida. Hoy tocaba cocido, con lo que creo que he tenido bastante suerte, porque es una comida que me encanta y, por lo que he visto y me contaban, a ellos también. Estaba realmente bueno, con una sopa muy desgrasada y sabrosa y los garbanzos en su punto. Mar, la cocinera, ha tenido la amabilidad de salir a saludarme y charlar un rato conmigo. Me ha contado que los garbanzos de hoy eran ecológicos y que por eso tenían especialmente buen sabor, aunque quizá una textura algo más dura (yo no lo he notado así especialmente). Una cosa que es realmente a valorar de nuestro colegio es la suerte que la comida se haga en las propias cocinas del recinto y nuestros hijos la puedan disfrutar casi al momento. Comida casera caliente, un lujo en estos días. 

Quería destacar también el buen ambiente que reina durante el servicio. Durante el turno en el que he estado, son casi 100 niños y estaban realmente formales. Son siete monitoras llevando el servicio y principalmente se dedicaban a poner y quitar los platos y a pelar la fruta, ya que hasta el tercer trimestre de segundo no utilizan cuchillo. Son un montón de manzanas las que pelar y muchas tareas que hacer, así que no pueden estar de policías del comportamiento. Y sin embargo, todavía pueden poner atención personalizada en algunos niños que precisan un poco de ánimo para comer, especialmente lo más pequeños. Mila y Mar me confesaban que los mayores arman un poco más de jaleo, pero parece que dentro de lo razonable. Otro punto que me ha llamado la atención son los manteles rojos para alumnos con intolerancia. Con los años, las monitoras conocen perfectamente a nuestros hijos, tanto sus hábitos como todas aquellas cosas que tienen que tener en cuenta para su trabajo. Pero no dejan nada al azar y por si acaso, tienen este sistema de los manteles con el nombre y la intolerancia como señal de alerta y así evitar cualquier accidente.

En definitiva, ha sido una experiencia muy agradable y animo a otras madres y padres a llevarla a cabo. Durante mi infancia fui usuario habitual de varios comedores escolares y la impresión que me ha dado es que el servicio que tenemos en el colegio es de buena calidad, más allá de que pueda haber comidas que a nuestros hijos les guste más o menos. 

Muchas gracias y un saludo,

Miguel Ángel 


Imagen de archivo del comedor del centro, año 2011.

Comentarios

  1. Muchísimas gracias, Miguel, por tu relato, ¡qué bonito!

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  2. El cocido es siempre éxito asegurado según cuentan .

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